lunes, 8 de marzo de 2010

[...] Hoy vuelvo a preguntarme: '¿la amo?', y una vez más no se que contestar. Otras veces me he contestado que la odiaba. Si, me era odiosa. Hubo momentos- sobre todo al terminar cada uno de nuestros encuentros - en que hubiera dado lo que fuera con tal de poder estrangularla. Si hubiera sido posible estrangularla creo que lo hubiera hecho con placer.
Sin embargo si al estar en Schlangember, en aquella montaña ahora de moda, me hubiera dicho:' Arrojate al abismo', lo habría hecho con satisfacción. Pero de un modo o de otro esta crisis debía resolverse. Ella lo entiende perfectamente y su idea que tiene de mi, de que no puedo realizar sus caprichos, le proporciona una satisfacción ordinaria. ¿Podría si no fuese así, tan prudente como es mostrarse tan familiar y tan fresca conmigo?.
Tengo la impresión de que siempre me ha considerado como aquella emperatriz de la antigüedad que se quitaba la ropa en frente de su esclavo pq no lo consideraba un hombre. Si, muchas veces no me ve como un hombre. [...]

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